La sabiduría popular y una amplia bibliografía indican que el estilo de vida tiene un impacto importante y muy significativo en la salud física de las personas. También se acepta cada vez más, que puede influir en el bienestar emocional de los individuos, aunque eso está menos estudiado.
Adelina Gschwandtner, Sarah Jewell y Uma Kambhampati analizaron el impacto de estos cambios en el bienestar individual en este trabajo tomando en consideración, sí es que estos cambios se producen a costa del placer afectivo o la satisfacción vital a largo plazo. Además, evaluaron si los cambios en el estilo de vida contribuyen a la sostenibilidad del medio ambiente y de las finanzas públicas.
Para realizar el estudio utilizaron datos de la base del centro Understanding Society del Reino Unido. Para corregir una posible causalidad inversa instrumentalizaron el estilo de vida con una medida de gratificación retardada, que pregunta a los individuos cómo son de exitosos a la hora de seguir dietas y mantener una perspectiva a largo plazo de los beneficios del consumo.
Los resultados indican, en primer lugar, que la capacidad de retrasar la gratificación influye significativamente en el estilo de vida y que éste, a su vez tiene un impacto significativo en el bienestar. En cuanto a la heterogeneidad entre el género, los grupos de ingresos, la educación, los grupos de edad y los habitantes de zonas rurales o urbanas, se observa que aunque la magnitud del impacto positivo puede variar en cada categoría, sigue siendo positiva y significativa.
También se descubrió que tanto los hombres como las mujeres obtienen felicidad de la participación en la actividad física, aunque los hombres parecen beneficiarse más.
Aunque ya se ha identificado una correlación positiva entre el estilo de vida y el bienestar, los presentes resultados permiten hacer una afirmación causal sobre la relación entre el estilo de vida y la satisfacción vital.